sábado, 11 de abril de 2009

El alma trémula y sola

El alma trémula y sola 
Padece al anochecer: 
Hay baile; vamos a ver 
La bailarina española. 

Han hecho bien en quitar 
El banderón de la acera; 
Porque si está la bandera, 
No sé, yo no puedo entrar. 

Ya llega la bailarina: 
Soberbia y pálida llega; 
¿Cómo dicen que es gallega? 
Pues dicen mal: es divina. 

Lleva un sombrero torero 
Y una capa carmesí: 
¡Lo mismo que un alelí 
Que se pusiera un sombrero! 

Se ve, de paso, la ceja, 
Ceja de mora traidora: 
Y la mirada, de mora: 
Y como nieve la oreja. 

Preludian, bajan la luz, 
Y sale en bata y mantón, 
La virgen de la Asunción 
Bailando un baile andaluz. 

Alza, retando, la frente; 
Crúzase al hombro la manta: 
En arco el brazo levanta: 
Mueve despacio el pie ardiente. 

Repica con los tacones 
El tablado zalamera, 
Como si la tabla fuera 
Tablado de corazones. 

Y va el convite creciendo 
En las llamas de los ojos, 
Y el manto de flecos rojos 
Se va en el aire meciendo. 

Súbito, de un salto arranca: 
Húrtase, se quiebra, gira: 
Abre en dos la cachemira, 
Ofrece la bata blanca. 

El cuerpo cede y ondea; 
La boca abierta provoca; 
Es una rosa la boca; 
Lentamente taconea. 

Recoge, de un débil giro, 
El manto de flecos rojos: 
Se va, cerrando los ojos, 
Se va, como en un suspiro... 

Baila muy bien la española, 
Es blanco y rojo el mantón: 
¡Vuelve, fosca, a un rincón 
El alma trémula y sola!


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